Dos
meses duró el cerco, pero como Viena se resistía, los turcos empezaron a
desesperar y comenzaron a hacer túneles para acceder a la ciudad por debajo de
las murallas.
Los túneles los hacían de noche, para que los vieneses no se
percataran de la estrategia, pero no pensaron en un gremio que madrugaba mucho
para poder dar de desayunar a la población, el de los panaderos. Fueron ellos
quienes alertados por el ruido de los picos y de las palas alertaron al
ejército y este se puso en marcha, por lo que los turcos tuvieron que
retroceder, para seguir asediando desde fuera.
Leopoldo
I, el emperador de Austria, premió a este gremio con varios
privilegios, entre ellos el de poder llevar espada al cinto. Los tahoneros, agradecidos,
quisieron hacer un bollo especial en honor al emperador, y crearon un panecillo
con forma de media luna para mofarse de los turcos (el famoso cruasán).
Hay que aclarar que los panaderos no salvaron a Viena del
ataque, sólo dilataron el asedio hasta que llegara la ayuda exterior.