Hoy tenemos el honor de presentar en nuestro blog a este
personaje, que algo terrorífico tendría para que el escritor irlandés Bram
Stoker lo tomara como inspiración para crear al temible Drácula que todos
conocemos.
Vlad III (1431-1476) fue un
príncipe de Valaquia, temido por sus enemigos pero respetado y admirado por su
pueblo. Fue famoso gracias a una macabra forma de liquidar a sus enemigos:
empalándolos.
Esta técnica de tortura y ejecución
consistía en introducir un palo (de unos tres metros de altura) por el abdomen
del adversario (habitualmente se lo clavaban sin punta para provocar el mayor
sufrimiento a al víctima). Una vez atravesado, se fijaba a la carne con un
clavo y se levantaba para que el herido se retorciera entre terribles dolores y
fuera muriendo lentamente, se cuenta que fueron más de cien mil enemigos los
que fueron ejecutados por Vlad Tepes y sus hombres. Los ejecutados de esta
forma tan cruel podían ser también delincuentes, traidores o conspiradores a
cuyos familiares también se castigaba, bebes incluidos.
Para que la ceremonia resultara más
terrible aún solía empalar a sus víctimas alineándolas con formas geométricas,
sobre todo anillos concéntricos, que " dibujaba" a base de empalados.
Solía colocarlos frente a las ciudades que pretendía invadir dejando que se pudrieran
durante semanas ante la desesperación y el terror de las personas que vivían
allí.
Existen escritos qué narran
que para celebrar el día de San Bartolomé, en 1459, el príncipe de Valaquia
empaló a un gran número de enemigos que se habían rebelado y justo después
organizó un gran festín dentro de este terrible bosque humano que se movía y
del que salían gritos y aullidos de dolor
Para que la fiesta no decayera y
mientras comían exquisitos manjares un verdugo iba descuartizando lentamente a
todos los jefes de la rebelión y a sus familias. La macabra celebración se
alargó en el tiempo.
Al caer la noche, decidió quemar la
ciudad ante los agonizantes ojos de sus enemigos.
Después de la carnicería realizada
mandó una misiva a su enemigo Matías Corvino, al que le informó en una carta
del número de bajas y le adjuntaba en dos grandes sacos con narices, orejas y
cabezas.
Todas estas barbaries relatadas,
nos pueden dar a entender que nos encontramos frente a uno de los personajes
más siniestros y terribles de la historia. Pero si aún así no hubiera
sido suficiente baste relatar cómo se las gastaba con sus adversarios: arrojó a
su rival, el General Hamza Beg , al que derrotó después que le intentara
realizar una emboscada, aún vivo en medio del campo después de haberle cortado
las manos y los pies para que sufriera una muerte agónica.
Otras de las " buenas
ideas" que tuvo este príncipe, para liberar al pueblo de los pillajes y
asesinatos, fue la de organizar un festín en una mansión cercana de la ciudad,
e invitó a ladrones, mendigos, tullidos, leprosos, pordioseros,.. y todo
aquel que resultara molesto.
Las carnes y el vino fueron
servidos sin límites hasta que todos quedaron satisfechos, una vez terminados
los festejos Vlad ordenó a su guardia que cerraran todas las puertas y quemaran
el edificio con todos los invitados dentro.
Para seguir sumando puntos, un día
decidió reunir a todos los que se encontraban en su jurisdicción y una vez
agrupados detuvo a los tres gitanos que más autoridad tenían y los mandó asar
en una parrilla y se los dio a comer al resto de sus compatriotas. La
única opción que existía para evitar el macabro festín era alistarse en
la guerra frente al enemigo turco. Como era de esperar, la mayoría optó por
esta posibilidad.
Vlad Tepes murió en la batalla
contra los turcos, su rival Basarab Laiota le organizó una emboscada, para
probar su muerte le arrancaron la cara, la cabellera del cráneo y así además lo
pudieron mostrar como trofeo en Estambul.
Vlad III fue enterrando en el monasterio de Snagov, junto al
altar se encuentra una tumba con su nombre, pero en su interior sólo
aparecieron huesos de animales. La leyenda cuenta que fueron los monjes griegos
los que sacaron los restos del empalador por considerar que un personaje tan
despiadado no podía ocupar aquel lugar sagrado.