Buenos
días, esta semana, que quizás sea la del fin del mundo... vamos a hablar
de Atila. el azote de Dios.
Con
este terrible sobrenombre es como se conoce al último caudillo de los hunos.
Atila (aproximadamente 403-453) fue uno de los peores enemigos del Imperio
romano, pues unificó todas las tribus bárbaras con el objetivo de doblegar a
sus enemigos del otro lado del Danubio.
De
la época de Atila no existen muchos testimonios escritos por lo que los
historiadores creen que muchas de las historias que conocemos son leyenda
inventadas para desprestigiarlos, como la que en su momento escribió de él un
historiador griego llamado Priscus:
”Fue
un hombre que nació para sacudir las razas del mundo, un terror para todas las
tierras que de una forma u otra atemorizó a todos por las noticias terribles
propagadas sobre él. Era altanero en su corte, orgulloso, lanzaba miradas a
todos lados para que su poder fuese evidente, incluso en los movimientos de su
cuerpo.Amante de la guerra, era reservado en sus acciones, dado a recibir
consejos, amable con sus súbditos y generoso con aquellos a quienes había
otorgado su confianza. Era bajo de estatura, con un pecho ancho, cabeza masiva
y ojos pequeños, tenía poca barba, su nariz era chata y su tez morena,
mostrando así los signos de su raza".
Lo
cierto es que los romanos lo temían porque consiguió que sus hombres
fueran invencibles en la batalla y que a su paso arrasaran todo lo que
encontraban, de ahí las frases " Bajo los cascos de su caballo nunca más
crece la hierba" y " No hay más sangre derramada que por la espada
del rey Atila". Los enemigos no consideraban a los hunos
"humanos", más bien era para ellos la reencarnación del demonio. Se
decía que no cocinaban la carne y que prácticamente vivían sobre sus caballos.
No tenían casas, no utilizaban ropa limpia, apenas se aseaban y eran
aterradores. Llegaban al campo de batalla cabalgando a toda velocidad pegados a
sus bestias y portando arcos y flechas que utilizaban con total maestría por lo
que causaban el terror de sus adversarios rápidamente.
Su
fama de crueles fue su mejor tarjeta de visita y los romanos no dejaban
de negociar con el rey de los hunos, cambiando la paz por oro y riquezas. Roma
se convirtió en el mejor suministrador de bienes de Atila, que con sus
hombres llegó a la puerta de Roma.
El
propio León I tuvo que negociar con el bárbaro la paz a cambio de carromatos
repletos de riquezas, pero en el camino habían muerto miles y miles de hombres
de los dos bandos.
Finalmente,
cuando sus riquezas y su poder eran incuestionables, regresó a su tierra y
comenzó a preparar una fastuosa boda con una hermosa joven germánica de la que
se había encaprichado.
Atila
se casó con la bella joven cuando tenía 50 años y lo celebró con un gran
banquete, plagado de invitados, donde la comida y la bebida se sirvieron en
grandes cantidades durante toda la noche.
Misteriosamente,
el rey de los hunos apareció muerto en su cama al día siguiente. Algunos
relatos aseguran que después de comer y beber sin mesura tuvo una hemorragia
nasal y que se ahogó en su propia sangre. Otros, en cambio, hablan de
envenenamiento por parte de su joven esposa para vengarse del asesinato de su
familia a manos de los bárbaros. Lo cierto es que a su muerte su ejército se
quedó consternado y como pensaban que el más grande guerrero de todos los
tiempos no debía ser ofrendado con lágrimas de mujer sino con sangre de
guerreros se cortaron el pelo y se hirieron entre ellos con las espadas. Era su
forma de adorar al más valeroso y cruel bárbaro que ha dado la historia.