lunes, 10 de diciembre de 2012

Los malos de la Historia: Cómodo




Lucio Aurelio Cómodo Antonino  (161-192 d.C) gobernó el Imperio romano desde el año 177 hasta su muerte al sustituir a su padre Marco Aurelio, con el que en algún momento llegó a compartir mandato.

Nada más subir al trono comenzó a dar muestras de su locura al ordenar que se lo adorase como la encarnación de Hércules y Mitra. También como sus antecesores, asesinó a su hermano, abuso y violó a sus hermanas y lo intento también con su propia madre.

Cómodo era amante de las batallas y le gustaba pelear con sus gladiadores aunque a éstos los obligaba a saltar a la arena con espadas de madera mientras que él iba armado hasta los dientes.

Obviamente sus adversarios sucumbían en la desigual pelea que repitió casi un millar de veces.

Como tal reencarnación de Hércules portaba en ocasiones la maza del héroe griego con la que asestaba golpes mortales a todo aquel lisiado o mendigo que encontrara tirado por las calles de Roma. A estos desmanes habría que sumar que Cómodo ofrecía a diario sacrificios humanos a la diosa Isis.

También como sus antecesores humilló a muchos de los senadores a los que pronto tuvo en contra. No faltarían tampoco los escándalos públicos gracias a las orgías que organizaban y de las que dejaba constancia escrita a través de las " Actas de Roma ", realizadas por sus escribas con el objetivo de ensalzar todos sus actos.

Gracias a estos documentos también hemos conocido su atracción por lo escatológico, pues llegó a mezclar en algún banquete ofrecido a sus amigos y familiares ricos manjares con excrementos y hasta sangre menstrual que los asistentes estaban obligados a ingerir sin mostrar repugnancia.

Tampoco la muerte de Cómodo fue muy agradable, acabó siendo víctima de una conspiración encabezada por la concubina del emperador, Marcia, que intentó acabar con su vida con un veneno que no resultaría suficiente para terminar con el  mandatario romano, por eso el resto de conspiradores participaron en el asesinato, principalmente y para mayor humillación del emperador, Narciso, un esclavo amante de su concubina que lo asfixió con su propio colchón.

Los restos del cruel emperador fueron arrojados a la fosa común (spolarium), donde se enterraban los cuerpos destrozados de los gladiadores caídos en el circo.