Seguro que si Arquímedes
hubiera conocido el desenlace de su última discusión la habría evitado. Este
matemático griego nacido en el puerto de Siracusa (Sicilia, Italia) es
considerado como uno de los científicos más importantes de la Antigüedad clásica.
Precisamente
muchos de esos conocimientos los aplicó en la fortificación de la ciudad de
Siracusa para protegerla de la conquista romana durante la Segunda Guerra
Púnica.
Los
ejércitos romanos dirigidos por el general Marco Claudio Marcelo realizaron una
gran ofensiva para tomar el importante puerto italiano.
Una
numerosa flota se acercó hacia la ciudad fortificada, pero los barcos fueron
repelidos por enormes piedras lanzadas por los defensores gracias a unas
potentes catapultas inventadas por Arquímedes.
También
los barcos se sintieron amenazados por la llamada “garra de Arquímedes”, un
curioso artilugio mecánico parecido a una grúa con un enorme gancho al final.
Al dejar caer el pesado brazo sobre un barco enemigo lo desplazaba y movía
hasta que conseguía hundirlo.
Los
romanos tardaron tres años en tomar el histórico puerto. Curiosamente la
confianza que da sentirse inexpugnables fue lo que propició su derrota,
acaecida durante la celebración de una fiesta dentro de la ciudad.
Después
de varias horas de baile y bebida los soldados de una de las torretas de
vigilancia se descuidaron y fue por ese sector por el que los romanos, que
seguían atentamente todos los movimientos de su enemigo, pudieron acceder a la
ciudad y hacerse con el control.
El
día que cayó Siracusa; Arquímedes estaba dibujando algunas figuras geométricas
sobre la arena de la playa. Al parecer un soldado romano se plantó delante de
él para llevarlo preso. El matemático, en lugar de asustarse, se puso a gritar
enfurecido recriminando a su enemigo por haberle pisado las figuras dibujadas
en la arena.
El
soldado indignado le ordenó que cerrara la boca y que lo acompañara hasta sus
superiores. Arquímedes lo menospreció y se negó a abandonar aquel recinto hasta
no haber dado con la solución al problema que había planteado.
Herido
en su orgullo, el soldado desenvainó la espada y lo atravesó varias veces con
ella a pesar que el general romano Marcelo había ordenado que se atrapara con
vida al respetado científico.
Fue
el propio general el que ordenó honrar a su enemigo construyendo una tumba en
la que se reflejó una esfera dentro de un cilindro, que simboliza el teorema
favorito del matemático griego.
Información extraída del
libro " La historia más curiosa" de Alberto Granados.