Este hecho insólito se desarrolló
en enero de 1795, cuando holandeses, británicos y austriacos se alinearon con
la intención de derrotar a su enemigo francés.
El encargado de tal heroicidad fue el General francés Jean
Charles Pichegru ( 1761-1804), al que se le encomendó la misión de conquistar
Holanda para su país.
Enfrascado en aquella contienda, recibió informes de que
parte de la flota holandesa estaba encallada entre las aguas congeladas de Den
Helder.
Pichegru envió hasta allí al general de la brigada Jean
Guillaume de Winter al mando de varias tropas de caballería y de infantería.
Cuando el general De Winter llegó a la zona, comprobó que,
efectivamente, habían sido atrapados por el hielo quince navíos holandeses.
Mandó varios emisarios a comprobar que el hielo no cedería ante el paso de su
tropa y ordenó silenciar los cascos de los caballos. Al regresar sus hombres
con las noticias que el hielo resistiría decidió lanzar el ataque contra los navíos
inmovilizados.
Nada pudieron hacer los barcos holandeses para defenderse.
Sus naves habían encallado inclinadas en el hielo, por lo que fueron incapaces
de utilizar su artillería contra la caballería enemiga.
Las consecuencias no pudieron ser mejores para las tropas
francesas, que se apoderaron (sin producirse ni una sola baja humana) de
catorce navíos armados con ochocientos cincuenta cañones y de varios navíos
mercantes. Se adjudicaron a la vez la hazaña de que fuera la única ocasión en
que la caballería ganaba a toda una potente flota naval.