Una
Obra de Arte de Estrategia
Así
es al menos como algunos historiadores y expertos en tácticas militares
califican la batalla que significó la peor derrota que sufrió Roma en toda su
existencia y que, aún hoy en día, mantiene el dudoso honor de estar entre
las batallas más cruentas de toda la historia.
Pero
para entender cómo es posible que una carnicería de semejantes proporciones
(cerca de 100.000 bajas en total) sea calificada de Obra Maestra primero hemos de
ponernos en situación.
Estamos
en el 216 a .C.
en plena 2º Guerra Púnica entre romanos y cartagineses. Anibal,
después de un increíble viaje a través de los Alpes del que nadie creía que
fuera capaz, ha irrumpido en la península Itálica como plaga bíblica y ha
aplicado una serie de duros correctivos a los romanos, los más importantes en
las batallas de Trebia y el Lago
Trasimeno
.
Aníbal Barca.
El
Senado Romano, y por ende el pueblo romano, se agarra un mosqueo que ni
pa’qué y decide echar toda la carne en el asador juntando el mayor
ejército que Roma había visto hasta la fecha. El estado de excepción en que se
encontraba Roma nos lo cuenta Polibio:
El
Senado determinó llevar a ocho legiones al campo de batalla, algo que Roma no
había hecho antes, cada legión formada por cinco mil hombres más los aliados.
(…) La mayoría de sus guerras se deciden por un cónsul y dos legiones, con su
cuota de aliados; y raramente emplean las cuatro al mismo tiempo en un único
servicio. Pero en esta ocasión, tan grande era la alarma y el terror de lo que
podría suceder, que decidieron enviar no cuatro sino ocho legiones al campo de
batalla.
En
total, entre legionarios y aliados, Roma reúne un ejército de cerca de 90.000
almas dispuestas para expulsar al invasor cartaginés de su territorio.
Legionario.
Aníbal
con sus tropas, que se calculan en unos 48.000 efectivos, se hallan
acampados en el sur de la península, en una fortaleza
llamada Cannae cerca del río Aufidus y para allí se dirigen las
legiones comandadas por los Cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo.
Infantería Cartaginesa.
Nada
más llegar el ejército romano a Cannae, Aníbal comienza a mover las piezas en
el tablero. Por medio de una serie de salidas y escaramuzas, siempre
aparentemente ganadas por los romanos, Aníbal logra que el el grueso del
ejército romano se coloque exactamente donde él quiere logrando que hasta el
más mínimo detalle del terreno o del clima juegue a su favor para contrarrestar
la aplastante superioridad numérica.
En rojo las legiones romanas en azul el ejército
cartaginés.
El
río corta un flanco a las legiones entorpeciendo su huida y capacidad de
maniobra. También, los romanos recibían el sol de cara y, sobre todo, un
molesto y constante viento arrastra el polvo levantado por las tropas
cartaginesas hacia las filas romanas molestando en gran manera su visión.
Además,
la impericia del cónsul Varrón también echa una mano a Aníbal. Como el frente
del ejército romano, por ser más numeroso, supera ampliamente por los
flancos al del ejército cartaginés, Varrón ordena que sus tropas se agrupen
para hacer coincidir los dos frentes y concentrar todas sus fuerzas contra el
centro de la línea enemiga. Las filas de los legionarios se juntan tanto que la
falta de maniobrabilidad comienza a ser preocupante.
Pero
empieza la función. Los romanos se lanzan contra el centro de las líneas
enemigas que al estar adelantado obliga a juntarse aún más a las tropas
romanas. La falta de espacio se acentúa.
El
choque es brutal y el empuje de los romanos es imparable. Aníbal ha colocado en
el centro a sus tropas más flojas, iberos y galos aliados,
y éstos parecen no resistir el duro envite romano.
Guerreros iberos aliados de Cartago
Mientras,
por los flancos, las dos caballerías se enfrentan y en este caso la experiencia
y rudeza de la caballería cartaginesa, formada sobre todo por jinetes
Númidas, supera a la caballería romana que es derrotada o escapa.
Jinete Númida.
Pero
este “pequeño” detalle no parece importarle al cónsul que observa como el
centro del ejército cartaginés no hace más que retroceder y parece que sus
hombres están a punto de romperlo. Pero de lo que no se percata Varrón es que a
medida que el centro cartaginés retrocede, los flancos formados por los duros
soldados africanos avanzan envolviendo a las legiones y haciéndolas entrar en
una especia de bolsa que comienza a cerrarse y empuja a los soldados
romanos cada vez más hacia el centro.
En
estos momentos la falta de maniobrabilidad debido a la aglomeración de
legionarios se convierte en una trampa mortal. Sólo falta cerrar la bolsa y de
eso se encarga la caballería cartaginesa que cansada de perseguir a los jinetes
romanos se había reagrupado y ataca ahora con todo su potencia a la retaguardia
romana. La mortal bolsa se ha cerrado.
Lo
que pasó luego se resume en cuchilladas, golpes y sangre. Se calcula que
en esta trampa, que se alargó hasta la puesta del sol, murieron a razón
de 600 legionarios por minuto…
¡10
legionarios por segundo!.
De
los 87.000 romanos que participaron en la batalla unos 75.000 fueron
muertos o hechos prisioneros, el 85% de las tropas (contra 6.000 muertos y
10.000 heridos cartagineses).
La muerte del cónsul Lucio Emilano en Cannae.
En
Roma el trauma fue total, en la batalla había perecido lo más granado de la
sociedad romana incluidos 80 senadores de los 300 que formaban el Senado y no
había persona en la ciudad que no lamentara alguna víctima entre sus familiares
o amigos o en ambos. Incluso se volvieron a realizar sacrificios humanos,
práctica olvidada hacía tiempo y que nunca más volvería a repetirse en la cultura
romana.
Pero
Roma era mucho Roma y se rehizo de tan trágica derrota aunque, eso sí, trajo
consigo importantes reformas políticas y militares que marcarían de forma
importante su futuro.
Mapa de la operación Schlieffen aplicando la táctica de
Cannae.
El
historiador Theodore
Ayrault Dodge describe así la batalla de Cannae:
Pocas
batallas de la antigüedad están tan marcadas por la habilidad como la batalla
de Cannae. La posición era tal que daba toda la ventaja al bando de Aníbal. La
forma en la que la imperfecta infantería hispana y gala fue avanzada en una
formación diagonal, mantuvo su posición y luego se fue retirando paso a paso,
hasta que llegó a la posición inversa, es una simple obra maestra de las
tácticas de batalla.
El
avance de la infantería africana en el momento adecuado, y su giro a izquierda
y derecha sobre los flancos de los desordenados y hacinados legionarios está
más allá de todo elogio. La batalla en sí misma, desde el punto de vista del
bando cartaginés, es una obra de arte, no habiendo ningún ejemplo superior, y
pocos iguales, en historia militar.
Fuentes: Historia con Historia